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Primeramente tener el nuevo nacimiento, como una persona que ha reconocido su pecado delante de Dios, y con arrepentimiento ha declarado creer en Jesucristo el Hijo de Dios. Que ha renunciado al reino de tinieblas gobernado por Satanás, al Mundo y al pecado; y se ha bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; habiendo recibido el perdón de sus pecados y el don del Espíritu Santo. Un Creyente que ha reconocido que Jesús es el Señor; Que ha tenido una experiencia con la Autoridad de Dios, que no tiene ninguna dificultad en obedecerle. Un Creyente que se ha negado a sí mismo, que en su humildad, su prioridad en la vida es el reino de Dios. Un Creyente que tiene comunión con Dios. Que tiene comunión con el Cuerpo de Cristo, reuniéndose regularmente para adorar a Dios, para alimentar su espíritu con la Palabra de Dios, y edificar a otros. Que ha sido edificado como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Un Creyente que no solamente tiene buen testimonio, si no que hay otros hermanos que dan buen testimonio de él. Un Creyente que está dispuesto a servir a Dios y Su Iglesia. Un Creyente que es sensible a las necesidades de otros hermanos. Un Creyente que confía en el amor, la misericordia, las promesas y el poder de Dios, en el Nombre de Jesucristo. Un Creyente que reconoce en la oración, el medio para clamar ante el Trono de Dios para suplir las necesidades espirituales de su pueblo. Un Creyente que conoce el poder de la oración; pero que sabe diferenciar ésta, de la intercesión y que está dispuesto a llegar al punto de la expiación; alguien que echa mano de su calidad de sacerdote de Dios para intervenir por otros. Un creyente que hace pacto con Dios para pararse en la brecha y defender los muros espirituales que resguardan su Iglesia. Por los más débiles como La Familia, los pobres, los desamparados, las viudas, los huérfanos, los extranjeros; los quebrantados de espíritu y los que están cautivos a voluntad del diablo. Un Creyente que ame la Unidad de Dios y busque a otros Guerreros que ya estén en los muros. Un Creyente sensible al pecado, temeroso de Dios e inclinado a la sana doctrina que se desprende del Espíritu de Dios y no del razonamiento humano. Que conozca y entienda la diferencia entre mandamientos de Dios y la voluntad de Dios. Que conozca y diferencie entre ley, y principios de Dios. Que esté abierto a seguir preparándose hasta que llegue a estar apto para enseñar también a otros. Que crea que si bien Jesús dijo que el Hades no prevalecería en contra de la Iglesia, nosotros debemos mantenernos en la brecha en contra de las tinieblas. Creer que el bien siempre vencerá sobre el mal. Creer que es más grande y poderoso el que está en nosotros, que el que está en el mundo.
Quizá usted no llene algunas de las características mencionadas, sólo las más básicas; pero su corazón está gimiendo y ardiendo por el estado de la Iglesia y la situación de los millares de Creyentes, entonces usted es un candidato potencial para defender una sección de los muros de Dios. Ánimo, Jacob no llenaba ninguno de los requisitos básicos ni legales para pertenecer a la línea genealógica y ser del linaje de Dios, pero su corazón ardía y luchaba por serlo. Tuvo que enemistarse con los hombres, pero se amistó con Dios; !usted también puede hacerlo! Esaú miraba por él mismo y sus necesidades peculiares, su vista era muy corta y no le importaba gran cosa su posición de excelencia que lo podría haber puesto en línea directa con el linaje de Dios. Pero Dios tiene muchos hombres como Abraham, como Moisés que están dispuestos a dejar todos sus intereses y extender su vista a lo invisible, donde son formados para que puedan mirar por toda la Iglesia. Debe tener celo de Dios, no haber perdido su capacidad de indignarse, y ser sensible a las injusticias y la verdad. Intercedamos por la Restauración de Su Iglesia y Ministerios, en Santidad, Justicia y Verdad. |
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